
FESTIVAL DE ÓPERA DE SEVILLA - 2025
Ana Barriga
Del 25 de septiembre al 12 de octubre, Sevilla acoge la primera edición de su Festival de Ópera, una cita que busca conectar la tradición con la creación contemporánea. El programa incluye títulos clásicos como Don Giovanni de Mozart, Combattimento de Monteverdi o Les Enfants Terribles de Philip Glass, junto a propuestas actuales como Don Juan no existe de Helena Cánovas o Es lo contrario de César Camarero. También se celebran recitales y espectáculos híbridos, como Grooving Carmen, que reinterpreta la ópera de Bizet desde el jazz.
Los escenarios elegidos, el Teatro de la Maestranza, el Real Alcázar, la Real Fábrica de Artillería o la Casa de Salinas, refuerzan el vínculo entre la ciudad y su historia operística. Sevilla, cuna de personajes como Fígaro, Carmen o Don Juan, se convierte así en protagonista de un festival que no solo celebra la ópera como arte, sino como reflejo de la condición humana.
El Festival se presenta con una imagen poderosa y cargada de simbolismo, obra de la artista jerezana Ana Barriga. Nacida en Cuartillos (Jerez de la Frontera) en 1984, Barriga ha consolidado una trayectoria internacional que la ha llevado a exponer en ferias y galerías de ciudades como Nueva York, Dubái, Londres o Seúl. Su estilo, reconocible por la mezcla entre lo cotidiano y lo teatral, le ha valido cerca de 40 premios, entre ellos el Premio a la Innovación de BMW y la Medalla de Honor en Bellas Artes.
El cartel que ha creado para el festival no es solo una ilustración, sino una interpretación visual de la ópera como espacio de emociones extremas. La figura central, una mujer sobre pedestal, encarna la teatralidad del género: su tocado de calaveras alude a la muerte, el ojo de Horus en su mano representa al público, y el guante con un smile invertido sugiere la ambigüedad de las pasiones. Elementos como las caras tristes y alegres, el mono observador o las sirenas atrapadas en la falda refuerzan la idea de que la ópera es un espejo de la vida, con sus contradicciones y excesos. La falda rota convierte a la protagonista en escenario, recordándonos que todos representamos papeles y que, como en la ópera, la verdad y la ficción se entrelazan.
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