lunes, 14 de junio de 2010
Leyendas de Sevilla - 3 El Tesoro del Carambolo
Superior izquierda: Argantonio, rey de Tartessos (Dibujo basado en la Máscara de Tharsis)
Superior derecha: Máscara de Tharsis (Museo Arqueológico de Sevilla)
Inferior: Tesoro del Carambolo (Museo Arqueológico de Sevilla)
Durante el reinado de Argantonio en Tartessos, del 630 al 550 a.C., existía un floreciente comercio realizado por los fenicios entre Tiro y los pueblos que bordeaban el Mediterráneo. Oro, plata, vino y aceite eran las principales mercancias que se exportaban desde Tharsis, capital del reino.
Los fenicios pensaron que si dejaban de intercambiar mercancías con Tartessos, los obligarían a abaratar sus productos consiguiendo así un mayor beneficio. Argantonio se enfureció ante esta actitud y amenazó con romper las relaciones comerciales y expulsarlos del país pero ellos, aposentados en Gadir (Cádiz) e Híspalis (Sevilla) ignoraron la advertencia y continuaron el bloqueo.
Argantonio se dispuso a atacar las dos colonias fenicias y para ello dividió su ejército en dos grupos, uno de ellos al mando de su hijo Terión, que se dirigieron hacia ambas colonias para asediarlas. Los fenicios, tan astutos como hábiles comerciantes, habían previsto los pasos del monarca y que la capital de Tartessos, Tharsis, quedaría desguarnecida por lo que aprovecharon ese momento para atacarla. La ciudad, sin apenas defensa, quedó completamente arrasada y sus habitantes muertos por las armas enemigas o el fuego.
Argantonio, cuyo ejército asediaba Gadir, al enterarse de la noticia inició la vuelta para castigar a los que habían destruido Tharsis pero ya lo estaban esperando y encerrado entre ellos y los defensores de Gadir, que lo siguieron para atacarle, fue derrotado, pereciendo él rey y su ejército en la sangrienta batalla.
Un soldado, que sobrevivió a la matanza camuflándose entre los cadáveres de sus compañeros, pudo acercarse al cuerpo de Argantonio antes de que los fenicios lo hallaran y recogió las insignias y demás adornos que denotaban su realeza. Desde allí, ocultándose a los enemigos, pudo llegar hasta la orilla del río Tharsis donde se encontraba Terión al mando del segundo grupo del ejército. Informó al hijo del monarca de lo sucedido y le entregó los collares, brazaletes e insignias reales que habían pertenecido a su padre. Terión juró vengarse y hacerle pagar a sus enemigos la muerte de Argantonio por lo que se preparó para entrar en combate pero antes, por si los hados le eran adversos como había ocurrido a su padre, introdujo las joyas reales en una vasija y las enterró sin que nadie pudiera ver el lugar donde lo hizo.
La batalla tuvo lugar cerca de Híspalis, con una inusitada fiereza y con miles de bajas en ambos bandos, entre ellos Terión que fue herido de gravedad y no llegó a vivir para ver la conquista de Gadir unos meses después. Las joyas quedaron enterradas en aquel lugar que sólo Terión conocía y así pasaron por aquel lugar romanos, visigodos, árabes, cristianos,… hasta que unos 2.500 años después, el 30 de septiembre de 1958, un obrero llamado Alonso Hinojos del Pino, al hacer una zanja para unas obras en el cerro del Carambolo, en Camas (Sevilla) encontró un brazalete y junto a él, el conjunto de joyas que una vez el rey Argantonio de Tartessos lució y su hijo Terión enterró para preservarlas de la codicia de los fenicios… y entregarlas así a las futuras generaciones que poblaran Tartessos.
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