martes, 9 de febrero de 2010
Linares de la Sierra, perdido en el tiempo
La carretera de Aracena a Alájar, desciende suavemente, serpenteando entre castaños, alcornoques y encinas, hasta un valle que podría decirse idílico, cual Edén perdido en la serranía onubense, y no es sólo su exuberante vegetación o sus arroyos de cristalinas aguas lo que nos llama la atención, hay algo que parece anclado en el pasado, como si el tiempo se hubiese detenido para no alterar su belleza, un pueblo pequeño, encantador, de casas encaladas y empedradas calles que acaban siempre en el cercado de una huerta o en un abrazo al bosque. Es Linares de la Sierra, limpio como una patena, cuidado con mimo por sus poco más de 300 habitantes, sabios ellos que procuran no saber de coches y humos; al caminar por sus calles se siente el alma de la vida rural, el aroma de los guisos caseros que escapa por las puertas, siempre abiertas; no hay voces, puedes sentir la paz de la naturaleza, oír los sonidos que llegan del bosque, el agua de la fuente, la levedad de los pasos de una mujer que cruza hacia la plaza, no hay ruidos y, sin embargo, está pletórico de vida.
En nuestro paseo descubriremos la fuente, construida en 1908, con cuatro caños de agua fresca que caen sobre una pileta, donde es recogida y canalizada bajo el suelo hasta el abrevadero y, de allí, al lavadero, una verdadera joya que nos retrotrae un siglo atrás en el tiempo; la iglesia de San Juan Bautista (siglo XVIII) y la Plaza de Toros, adosada a la iglesia y, caso inédito, abierta e integrada en el pueblo. Y la joya más preciada de los linarenses: los “llanos” o “cuadros”, una especie de mosaico hecho con piedras que adornan la entrada a cada casa, casi 300 podemos admirar, todos perfectamente conservados a pesar de que algunos son ya centenarios.
En la pequeña plaza hay un bar, su humilde aspecto nos depara la sorpresa de una excelente comida casera hecha con mimo y agrado por la familia que lo regenta usando los productos que la sierra ofrece en cada estación. Las migas y las setas están deliciosas. Linares de la Sierra, como ejemplo de conservación de la arquitectura típica serrana, fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005, perderse en sus calles es un buen remedio para combatir el estrés y sentir la libertad.
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1 comentarios:
Jamás olvidaré el sabor de esas migas con tocino, ni el día que, de camino hacia la Peña de Arias Montano, descubrimos uno de los pueblos más hermosos que hemos visitado.
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