lunes, 3 de diciembre de 2018

Francisco de Herrera el Mozo y la Inmaculada Concepción

      Francisco de Herrera el Mozo (Sevilla, 1627 - Madrid, 1685), pintor y arquitecto, era hijo del pintor sevillano Francisco de Herrera el Viejo con el que inició su formación artística marchándose después a Italia donde permaneció varios años perfeccionando su técnica y estilo.
      Regresa a España, hacia 1653, recibiendo diversos encargos tanto en Madrid como en Sevilla donde el año 1656 realiza el "Triunfo del Sacramento" de la Hermandad Sacramental del Sagrario de la catedral y, en 1657, la "Apoteosis de San Francisco" en la capilla del santo en la misma catedral. Hacia finales de 1660 se establece en Madrid y en 1663 se encarga de las pinturas al fresco de la cúpula del santuario de Atocha que son muy elogiadas y le acercan a la Casa Real. El año 1672, bajo la monarquía de Carlos II, obtiene el título de pintor del Rey y en 1677 es nombrado maestro mayor de las obras reales. En 1680 pasa a Zaragoza donde dirige las obras de la basílica del Pilar hasta 1682.
      Estamos ante uno de los grandes maestros del barroco español con unas composiciones dinámicas y coloristas y gran influencia en los pintores posteriores tanto de la pintura barroca madrileña como sevillana.

La Inmaculada Concepción - Francisco de Herrera el Mozo - 1670 - Museo del Prado
LA INMACULADA CONCEPCIÓN - 1670
Francisco de Herrera el Mozo
Óleo sobre lienzo
165 x 105 cm.
MUSEO DEL PRADO - MADRID

      Nos encontramos ante una bellísima obra de Herrera el Mozo que ofrece un nuevo enfoque a las representaciones habituales de la Inmaculada Concepción de su tiempo donde proliferaba la simbología, una amplia gama cromática y el dinamismo en la imagen de la Virgen.
      Aunque Herrera el Mozo se define por su dinamismo y la brillantez cromática de sus cuadros, en este caso se aferra a modelos más tradicionales donde la imagen ocupa la mayor parte de la superficie a la vez que parece más estática debido a la vigorosa presencia de los angelitos de su base y a que su manto queda más ajustado al cuerpo. La obra presenta una cuidada composición y un cromatismo que nos recuerda a otros cuadros de la pintura barroca sevillana de los insignes maestros Murillo y Zurbarán.
      Esta obra perteneció a la colección de Plácido Arango Arias que la donó al Museo del Prado el año 2016. No hay constancia de su destino inicial aunque pudo ser realizada para el Convento de monjas clarisas de Constantinopla, en Madrid.

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