miércoles, 2 de noviembre de 2011

Leyendas de Sevilla - 10 El aparecido de San Onofre

Hasta el año 1840, sobre lo que hoy es Plaza Nueva y algunas calles adyacentes se levantaba el convento de San Francisco que pasaba por ser uno de los mayores conventos franciscanos de España. Un arco de entrada daba paso al atrio en cuya parte derecha se encontraba la iglesia mientras en su parte izquierda había tres capillas, una de ellas llamada de San Onofre y Hospital de Ánimas que es la única que se conserva hoy día y el lugar donde se cuenta que aconteció esta leyenda.
Retablo de la capilla de San Onofre

En aquel tiempo entró de lego* en el convento un caballero sevillano llamado Juan de Torres que tras llevar una vida desordenada y licenciosa quiso enmendarla dedicándose a la oración y penitencia. Tal era su fervor y deseo de cambio que, tras realizar su labor diaria en los trabajos más humildes del convento, dedicaba todo el tiempo de que disponía, incluso levantándose a medianoche, para acudir a la iglesia o alguna de las capillas para orar y meditar.
Y fue en una de esas madrugadas, la de un dos de noviembre en que se celebra la fiesta de los Fieles Difuntos, cuando mientras oraba en la capilla de San Onofre vio entrar a un fraile que se acercó al altar y, tras arrodillarse, pasó a la sacristía de donde salió al poco revestido de alba y casulla para oficiar la Santa Misa. El fraile, luego de depositar el cáliz en el altar, miró hacia los bancos, suspiró profundamente y volvió a recoger el cáliz regresando a la sacristía de la que salió al poco vestido ya con su hábito de monje y abandonando la capilla.
El lego quedó muy sorprendido al ver cómo el fraile se había vestido y preparado para celebrar la Misa y después se había marchado sin hacerlo, no entendiendo la razón para este extraño comportamiento. Las dos noches siguientes se volvió a repetir el mismo suceso por lo que supuso que algún misterio se ocultaba tras este hecho y decidió ponerlo en conocimiento del prior del convento.
El superior pareció no sorprenderse y le dijo: “Si vuelve a ocurrir lo mismo, acérquese y ofrézcase a ayudarle a celebrar la misa.”
Franciscano orando

Y así fue como una noche más, mientras oraba en un rincón de la capilla, vio entrar al fraile y salir de la sacristía revestido de los ornamentos litúrgicos y con el cáliz en la mano. Levantándose, se acercó hasta él y le dijo: “¿Quiere su paternidad que le ayude a la misa?”
El fraile no contestó pero sí inició esta vez, con voz casi ininteligible, las primeras palabras de la ceremonia litúrgica solo que donde debía decir " laetificat juventutem meam "* su voz se hizo más clara y potente para articular estas otras "laetificat mortem meam"*.
El lego comprendió que tenía ante él un aparecido pero su valentía hizo que no sintiese miedo alguno y continuó ayudándole y respondiendo al oficiante incluso cuando al llegar al “Confiteor Deo” añadió los versículos "Dios irae, dies illa"*.
Al terminar la misa, el fraile regresó a la sacristía donde depositó el cáliz sobre la mesa, se despojó del alba y la casulla, y volviéndose hacia el lego le dijo: “Gracias, hermano por el gran favor que habéis hecho a mi atormentada alma. Yo fui fraile de este convento que, por negligencia, dejé sin oficiar una misa de difuntos que me habían encargado y la muerte me sorprendió sin cumplir con esta obligación. Dios me condenó a permanecer en el purgatorio hasta que cumpliera con mi deuda y, aunque he estado viniendo a intentar decirla todos los días de noviembre de cada año, desde mi muerte hace más de un siglo, nunca encontré a nadie que me ayudase a decir la misa hasta hoy que tú lo has hecho.”
Y, tras estas palabras, el fraile se desvaneció para siempre aunque su historia quedó recogida en la crónica del convento del año 1600 y así hemos podido conocerla.

Notas:
Lego: En los conventos de religiosos, el que siendo profeso, no tiene opción a las sagradas órdenes. (No puede realizar las tareas que corresponden al sacerdocio).
“laetificat juventutem meam”: da alegría a mi juventud.
“laetificat mortem meam”: da alegría (paz) a mi muerte.
Confiteor Deo: Oración del “Yo pecador” que se recita en la misa.
“Dios irae, dies illa”: El día de la ira de Dios (se refiere al día en que nuestros actos serán juzgados por Dios).

3 comentarios:

Andaluz dijo...

Que chula la historia Galise, Sevilla esta llena de leyendas.

Yo no soy tan valiente, veo al fraile y corro mas que un galgo!!

galise dijo...

Pues seguro que irías detrás de mi a pesar de que eres más joven, jajaja.

Unknown dijo...

Muy buena leyenda me encanta