lunes, 11 de enero de 2010

La lluvia en Sevilla ya no es una maravilla













A San Pedro, que guarda las llaves del cielo, se le ha olvidado cómo debe llover sobre Sevilla. Serán cosas de su longeva edad pero es que no sabe controlar el caudal de agua que sale de cada uno de los grifos celestiales que abastecen las calles y campos hispalenses. Hace algunos años, algo más de tropecientos y menos de los que he cumplido, dejaba caer unas pequeñas gotas, ligeras como campanillas navideñas, que daban aviso para guarecerse al caminante y, tras ellas, comenzaba una sinfonía de notas musicales producidas por el suave golpear de las gotas de lluvia sobre ventanales, tejados, aceras, viseras de edificios, kioscos, toldos inadvertidos, paraguas paseantes,… todo unido a la fresca y húmeda brisa que despejaba los sentidos para el disfrute de aquel pequeño milagro con que el guardián del Cielo nos premiaba. Ya lo confirmaba el dicho popular que corrigiendo la frase "The rain in Spain stays mainly in the plain" de My Fair Lady la traducía a su antojo por “La lluvia en Sevilla es una maravilla”.
Pero San Pedro ya no controla, lo mismo se olvida de abrir el grifo y nos tiene con la lengua fuera suplicando un poco de agua, que los abre a lo loco y disfruta viendo cómo nos transformamos en pececillos que intentan sobrevivir chapoteando, o los deja abiertos y se va a echar la partida diaria de dominó con Mateo, Juan y Judas Tadeo, y cuando vuelve menuda reprimenda se lleva, que al Padre ya lo tiene cansado con tantos despistes.
Desde aquí le aviso que ya se está formando la “Asociación de afectados por las negligencias de San Pedro” y le pedirán cuentas en cuanto lleguen a las Puertas del Cielo. Le aconsejaría que, cuando oiga el llamador, eche una ojeada por la mirilla y si ve a uno con barbas y cara de “malage” al frente, se haga el sordo y no les abra, mejor que se cansen de esperar y dirijan sus iras a la puerta de enfrente. Espero que, algún lejano día, San Pedro me devuelva el favor que le hago.

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